Resistència i vida 2: Como la Edad Media, pero con Wifi?

Lucía Bosé, muerta ayer. Decía que había que abrazar a los árboles. «La gran mayoría son mayores que nosotros y más sabios»

 

¿COMO LA EDAD MEDIA PERO CON WIFI?

Lo dice Jorge Valdano en un artículo: “Esto es como la Edad Media pero con Wifi”. No sé, no sé, pero si lo dice el futbolista filósofo…

Desde mi ventana, veo a una mujer limpiando su terraza, afanándose con los barrotes. Otra mujer, ésta mayor, sale a su balcón, mira en todas direcciones, escrutando 180 grados de calle. En un punto se cruza con mi rostro asomado a la ventana. La saludo, sonríe y me lo devuelve. Complicidad a distancia.

Una semana de encierro, aislados pero conectados. Conectados a las máquinas que nos conectan con otros seres humanos. Sin contacto. Sin cuerpo. El cuerpo siempre fue peligroso. Que no nos roben nuestros cuerpos cuando esto termine. Que no piensen que pueden prescindir de nuestros cuerpos, de nuestra realidad física. Que los grandes empresarios no hagan realidad su sueño y prescindan ya del todo de personas en las naves industriales, de seres humanos sentados en sus oficinas. Esos que les molestan, que les sobran.

Habrá que estar vigilantes. Ojalá todas estas corrientes de solidaridad se hagan redes corpóreas, reales, que enfrenten al individualismo y recuperen lo público, lo colectivo.

Cuando salgamos de ésta, habrá que abrazarse mucho. Acariciarse, bailar, bailar pegados. Cuidar, usar y disfrutar de nuestros cuerpos.

Una noticia positiva. Nuestros compañeros del hospital Moisés Broggi frente a TV3, las enfermeras, todo el personal sanitario, podrán descansar en un hotel cercano, sin tener que exponer a sus familias al contagio al volver a casa. Una historia cercana y compartida, aunque su tarea es mucho más dura.

Qué ganas de volver a caminar por los acantilados, sintiendo cerca el mar, la mar…

 

LAS SIRENAS DEL CANTÁBRICO

II

Un día, una sirena partirá de la mar Mediterránea en busca de otros mares distintos. Buscando aventuras, quizá un mar más bravío.

Le gusta acercarse a la costa, pone rumbo al Norte por el Atlántico y sigue hacia el Cantábrico. Ama especialmente el lugar donde se juntan el océano y el mar, “allí donde muere un mar y comienza un océano”, entre Cabo Ortegal y Estaca de Bares.

Allí fue donde un día que se acercó a la costa, conoció al payaso caminante. Aquel episodio la conmovió y, por un tiempo, regresó a su hogar.

La sirena contó sus andanzas a sus amigas. Y entre ellas cundió la sed de aventuras. Así que planearon un nuevo viaje al Cantábrico.

Una mañana, el grupo de sirenas aventureras alcanzará la punta de Morás, más allá de Viveiro rumbo al Este.

De repente, ella lo volverá a ver. En un mirador, asomado al acantilado, de nuevo el payaso caminante. Lo reconocerá aunque luzca un poco más viejo y, aun siendo el mismo, ya no llevará completo el disfraz de payaso. Quedarán algunos detalles, la nariz inconfundible, un gorrito, pero el maquillaje blanco ya no empolvará su rostro.

La sirena se pondrá muy contenta y avisará a sus amigas. Empezarán a cantar con su voz más dulce para saludar al payaso caminante.

"Ella evitaba las miradas
Y se sentó lejos de mí
Preguntaba sin palabras
Adivinó mi porvenir."   Coque Malla

 

Barcelona, 23 de marzo de 2020